Mi empresa me trata como si fuera idiota

Así que en tu empresa te tratan como si fueras idiota. No te preocupes, yo también lo he vivido. Hablemos un poco del tema para que veas que no estás sol@.

Dejando la madurez fuera de la oficina

De vez en cuando en mis lecturas, encuentro ideas que me llaman la atención por encima del resto. Leyendo “En busca de la excelencia”, de Thomas T. Peters y Robert H. Waterman, escrito en 1984, me encontré con este concepto de que muchas empresas tratan a sus empleados y empleadas como a idiotas. Creo que me llamó la atención porque el libro tiene más de 30 años pero, en mi opinión, lo que describe se podía vivir en la empresa en la que yo trabajaba antes de hacerme autónomo.

Este capítulo comienza citando a un ex jefe de operaciones navales.

En la marina, se presupone que toda persona con una graduación inferior a Capitán de fragata, es inmadura
— Elmo Zumwalt

También se menciona una especie de poema que circulaba por las fábricas automovilísticas de la época. Ese poema trataba sobre cómo en esas fábricas, al igual que en muchas empresas grandes ancladas en el siglo XX, los hombres y mujeres llegan al trabajo y, antes de cruzar la puerta, son padres, madres, tienen una casa, votan, aman, crían hijos, se les escucha cuando hablan, los vendedores les hacen la pelota, las compañías de seguros apelan a su responsabilidad familiar y, en definitiva, son personas adultas y responsables.

Sin embargo, cuando cruzan el umbral de su empresa, ésta los convierte en niños y niñas, no confían en esas personas, ni en su responsabilidad, ni en su poder de decisión ni en su capacidad de proponer ideas y mejoras para la empresa. Esas cuestiones quedan relegadas a las personas con puestos directivos. Hasta se les dice a qué hora deben comer y a qué hora deben volver al trabajo, aunque haya gente que justo en ese horario sea cuando más energía e inspiración suele tener.

Todo esto se debe a la simple falta de confianza, a pensar que cuando apartes la mirada, esa persona va a abusar de esa confianza, como si todas las personas trabajasen mal por naturaleza. Muchas organizaciones se rigen por reglas que asumen que sus equipos son personas vagas e incompetentes y que sólo quieren fastidiar y holgazanear en cuando tengan la oportunidad.

Algo parecido pasa en los parques. Están llenos de carteles para que no pises la hierba, o no tires basura, asumiendo que la gente de la ciudad es sucia e irrespetuosa. Pocos te dicen lo que puedes hacer, pocos te tratan como a una persona civilizada. Si lo piensas, el mensaje implícito en este tipo de carteles va a tener cierto impacto sobre las personas.

 
Foto de Pexen Design en Pexels

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El otro extremo

Volviendo a las empresas, hay otras que tratan a la gente como a las personas adultas que son, haciéndoles partícipes o abriéndoles las puertas a conocer los tejemanejes tácticos para que puedan conocer o incluso alegrarse de las decisiones estratégicas que llevan al éxito a la empresa en la que trabajan.

Si se nos deja, las personas podemos generar cientos de ideas, a veces locas, a veces no tanto, para cualquier tema.

En la empresa en la que yo trabajaba, creo que esto lo gestionaban muy mal. Además de que los modelos de liderazgo del siglo XXI brillaban por su ausencia, los empleados y empleadas éramos bastante ninguneados a la hora de participar en las decisiones importantes. Su manera de solicitar ideas fue la de crear una fría plataforma virtual anunciada por carteles pegados en la puerta del servicio o de la nevera, como quien deja la lista de la compra enganchada con un imán. Ahí te decían alegremente cómo contaban contigo y con tu talento para mejorar la empresa. Sin embargo, esto no se tradujo en un cambio de actitud de los directores y directoras de departamento. Seguían bajando la mirada cuando te los cruzabas por el pasillo o por la calle, además de seguir tratándote como a un niño pequeño. Era un cómico quiero y no puedo por su parte.

No tiene sentido contratar a personas inteligentes y después decirles lo que tienen que hacer. Nosotros contratamos a personas inteligentes para que nos digan qué tenemos que hacer
— Steve Jobs

Las personas son la fuente principal del aumento de la productividad. Hay que tratarlas como a adultas, como a socias, con dignidad y respeto. Sin embargo, hay empresas que todavía arrastran los hábitos de las falsas alabanzas. De decir a las personas lo que se supone que quieren oír pero luego no acompañar esas palabras con actos. Si ciertas personas en cargos directivos tuviesen a sus equipos como gente que les acompaña y ayuda en la misión y visión de la empresa, en lugar de como a gente inferior que les hace el trabajo sucio, les iría mucho mejor. Pero si van tirando, si ya les va bien, les es suficiente. Se conforman con buenos resultados, cuando los podrían tener mejores.

 
Foto de fauxels en Pexels

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Estas empresas son reservadas y ocultan información a sus equipos, haciéndoles sentir que no son lo bastante inteligentes como para hacerse cargo de la verdad. De este modo, esas personas nunca llegan a sentirse formar parte de la empresa.

En el otro extremo están las empresas que invierten en la confianza que deben tener en las personas que forman parte del personal. Estas empresas experimentan en nuevos métodos para incentivar a las personas, mejorar su vida, formarlas, escucharlas y hacerlas sentir que son valoradas y apreciadas, que forman parte de algo grande.

Otras empresas, como la que yo dejé, obligan a sus empleados a tener fondos de pantalla en los que pone algo así como “si tú creces, nosotros crecemos contigo” pero no invierten en formación específica para cada área de la empresa o no permiten flexibilidad de horario para que sus empleados puedan formarse en una academia, es decir, sus palabras no se corresponden con sus actos, tratan de crear artimañas y manipulaciones como las que a menudo se usan con los niños pequeños.

Escuchar y relacionarse con los equipos de trabajo

Además de este libro de “En busca de la excelencia”, otros como “Piense y hágase rico” de Napoleon Hill o “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” de Dale Carnegie, narran historias de cómo grandes conflictos o recesiones en empresas se resolvieron con sus directivos pasando más tiempo escuchando y relacionándose con las personas que trabajaban en su empresa.

En su día, Bill Hewlett, cofundador de HP, definía la filosofía de su empresa como un conjunto de normas y actuaciones que parten de la idea de que toda persona desea hacer un buen trabajo de forma natural y, si se les proporciona el entorno adecuado, lo harán.

Ya en los 80, HP eliminó el control de entrada y de salida de su empresa e introdujo prácticas de horario flexible.

En definitiva...

Comunicación cara a cara, transparencia en los resultados y actuaciones de la empresa, formación y oportunidades de promoción... Puede que todo esto lo veas lógico y creas que es habitual. Pero mientras leía estas cosas, me venían a la cabeza todo lo que se hacía mal en la empresa en la que trabajaba o en otras de las que me han hablado algunos contactos. Es como si hubieran cogido un manual de buenas prácticas en la oficina y hubiesen hecho todo lo contrario de lo que se aconseja.

Las palabras y las acciones deben ir de la mano. Regalar los oídos hablando de la importancia de las personas o los ojos con mensajes trasnochados de manual en un fondo de pantalla es absurdo si luego se ningunea al personal. Si una empresa trata a sus equipos como las personas adultas y responsables que son, ni siquiera le hará falta airear o publicitar sus buenas prácticas ya que las mismas personas que trabajan en la empresa serán ya las abanderadas y portavoces de esta filosofía.


¿Y a ti? ¿También te han tratado como si fueras idiota?

¿Y yo quién soy para estar contándote esto?

Soy Sergio López, fotógrafo de interiores y arquitectura. Aunque no soy ningún experto, soy un devorador de libros de marketing, psicología o desarrollo profesional. Si a mí me ayudan a desarrollar mi vida y mi negocio, creo que a ti también te ayudarán.